Comentario
La conquista de las Galias, por obra de César, entre el 58 y el 51 a.C. es una de las guerras más apasionantes y modélicas de la Antigüedad y, como señala Clemente, la manifestación más madura del imperialismo romano. Los fines y la estrategia de las diversas campañas, libradas a lo largo de ocho años, nos son conocidas a través del propio César en sus "Comentarios sobre la Guerra de las Galias" y por la "Vida de César" de Plutarco, así como por Suetonio, Dión Casio y la correspondencia y algunos discursos de Cicerón.En todas ellas se refleja el conocimiento de César sobre el territorio y las costumbres de los pueblos a los que combatía, así como la habilidad en el desarrollo de las operaciones. Por otra parte, César no enmascaraba sus objetivos, ni buscaba subterfugios ideológicos. César considera la necesidad de dominar y organizar un territorio y expone las ventajas de este control con tal claridad que ni sus enemigos en el Senado podían refutarlas aunque, sin duda, lo desearan. La conquista supone la anexión de todos los pueblos situados en torno al territorio provincial de la Galia Narbonense hasta alcanzar sus fronteras naturales situando ésta, hacia el Este, en el Rin. César, evidentemente, no perseguía una gloria transitoria. De sus campañas se desprende el deseo de una pervivencia y unos resultados duraderos. Esto explica sus incursiones en Britania y en la orilla opuesta del Rin, necesarias para reafirmar el dominio romano, asegurando las fronteras y amedrentando a aquellos pueblos que pudieran entrar en la esfera de los intereses de Roma sobre las Galias. Cuando César describe las costumbres y peculiaridades de los diversos pueblos allí asentados, imprime al lector -como antes lo había hecho al Senado romano- el convencimiento de que éstos, sólo a través del dominio y las medidas organizativas de César, serían capaces de asumir las condiciones de vida romanas y dejar de ser un constante peligro para sus intereses. efiere detalladamente la hostilidad de éstos hacia los comerciantes y hacia la presencia de Roma en la parte meridional... y cómo sus condiciones sociales, económicas y culturales les impelían constantemente a la guerra como modo de vida. Así pues, la misión de Roma era evidente: la dominación como solución política, social y económica. Es una decisión clara y conscientemente imperialista, puesto que los intereses de Roma así lo exigían. La primera campaña fue contra los helvecios, que ocupaban aproximadamente el territorio de la actual Suiza. Ante la presión de uno de los jefes tribales germanos, Ariovisto, los helvecios decidieron abandonar su país y dirigirse hacia Occidente, donde parece que el pueblo galo de los santones los habría acogido. El itinerario de los helvecios había de atravesar el territorio de los alóbroges, territorio romano, por ser un trayecto menos dificultoso, pero César les negó el permiso para evitar la invasión de la provincia romana por 400.000 helvecios. Éstos aceptaron la negativa, pero a pesar de todo no se libraron del ataque del ejército romano, que los derrotó en el territorio de los eduos. Éstos mantenían, desde finales del siglo anterior, estrechas relaciones de amistad con Roma y eran considerados hermanos del pueblo romano. Desde esta campaña, César se presenta como un árbitro inevitable en los asuntos concernientes a los galos. Son varios de estos pueblos quienes le instan a intervenir (aun cuando tal intervención coincidiese con los intereses de César) contra el suevo Ariovisto, que suponía una constante amenaza para los pueblos situados en la margen izquierda del Rin. Las tropas de César, a las órdenes de Lavieno, derrotaron a Ariovisto cerca de la actual Besançon y le obligaron a atravesar de vuelta el Rin. César, a resultas de esta victoria, pasó a ser el protector y patrón de los pueblos de la Galia Central. Al año siguiente, en el 57 a.C., dirigió sus fuerzas contra los galos belgas y obligó a someterse a casi toda la región. En el 56 a.C., con una flota, atacó a los vénetos instalados en la actual Bretaña y Normandía, que previamente se habían levantado contra él. La mayoría fueron vendidos como esclavos. Durante esta primera etapa había sometido a numerosos pueblos galos y controlado a otros a través de las alianzas establecidas con las tribus más importantes. En el año 55 se produjo una nueva invasión germánica a través del Rin. Después de exterminar al ejército germánico se dirigió a la isla de Gran Bretaña, que entra por primera vez en el panorama de la historia romana. Principalmente, pretendía cortar con esta incursión cualquier ayuda que éstos pensasen ofrecer a las tribus galas. Su intención era aislar a las tribus galas en su propio territorio. En el 54 a.C. (después de ver renovado su nombramiento por cinco años más) comenzaron a producirse sublevaciones en distintos puntos de las Galias. La más peligrosa fue la de los belgas, que lograron aplastar a quince cohortes romanas al mando de los legados Sabino y Cota. En el 53 a.C. se hizo necesaria otra demostración de fuerza en el Rin y luego, en el 52, las tribus de la Galia Central, en un intento desesperado de defender su independencia frente a la poco gratificante protección de César, se sumaron bajo el mando de Vercingétorix. Los propios eduos, ante la presión de éstos y tal vez mermada la confianza en César tras las dificultades del año anterior, se incorporaron a la lucha. César, que estaba en la Galia Cisalpina, volvió con gran celeridad para incorporarse a su ejército. Tras duros combates y no pocas situaciones de peligro, los rebeldes fueron derrotados, primero en Avaricum y, definitivamente, en Alesia, donde fue capturado Vercingétorix. Después de la batalla de Alesia comenzó la organización de toda la Galia. Los últimos focos rebeldes, Uxellodunum, la Armórica... fueron pacificados. Aquellas tribus difíciles de incluir en el nuevo modelo organizativo fueron masacradas, reducidas a esclavitud u obligadas a cambiar de emplazamiento, según los cálculos del general. Las demás fueron organizadas adecuándose al modelo preexistente entre los galos, cuyos pueblos tendían a constituir grupos o unidades en torno a las tribus más importantes. En este caso, las tribus que ejercerían esta supremacía eran, obviamente, aquellas a las que César consideraba más seguras, como los eduos, remos, etcétera.
César pudo volver al año siguiente a Italia, mientras en Roma se mantenía una densa polémica sobre los poderes de César y sobre la posibilidad de que éste se presentara al consulado para el 49. La conquista de las Galias había garantizado la posición política del gran general republicano, además de una solvencia económica que le permitió remunerar a su ejército de diez legiones y la lealtad incondicional de éstos hacia su general.